México le llevó la contraria al pronóstico global del Banco Mundial en cuestión de remesas, ya que el organismo financiero internacional estima una caída en el envío de dinero entre particulares de un país a otro del 20 por ciento, mientras que México creció 8.4 por ciento en este rubro durante el 2020.
Con este incremento en el envío de remesas, México se posicionó en tercer lugar como receptor de este concepto, únicamente por debajo de China e India. Estados Unidos es el país del cual provienen el 94.6 por ciento de las remesas.
Para la analista y estudiosa en relaciones internacionales, Giselle Arellano, este fenómeno se debe a dos factores, una de tesitura social y otra económica, pero ambas benéficas para el momento que estaba viviendo el país.
“Este fenómeno lo podemos explicar de tres maneras: una tiene que ver con los estímulos que dio el gobierno norteamericano y que beneficiaron a un porcentaje importante de mexicanos que poseen documentos; la segunda se relaciona con la movilidad, pues en lugar de venir a dejar el dinero, lo enviaron electrónicamente; y la tercera en el contexto del coronavirus y la crisis económica que este genera”, explicó Giselle Arellano.
Si bien es sorpresivo que en plena crisis económica las remesas tengan números tan altos, no hay que pasar por alto el gran peso que tiene en la economía mexicana los migrantes, ya que son el segundo ingreso total del país.
“Desde que el Banco de México mide las remesas que llegan al país como tal en 1995 los datos han cambiado radicalmente. En 1995 recibíamos cerca de 250 millones de dólares mensuales, mientras que hoy estamos por encima de los 3 mil millones de dólares, convirtiéndose en el principal generador de divisas del país”, apuntó Giselle Arellano.
Giselle Arellano también aseguró que el envío de remesas se ha vuelto una cuestión cultural para muchas familias mexicanas, pues las nuevas generaciones crecen con la idea de que solo yendo a Estados Unidos podrán sostener a sus familias.
“Año con año se presenta una especie de relevo generacional entre los migrantes, ya que algunos son deportados o la edad ya no les permite seguir trabajando. Al tiempo que las familias experimentan la llegada de alguien, experimentan la partida de otro. Lo que se dice el ‘sueño americano’ es la ‘realidad mexicana’”, finalizó.