img

En los principios de la Humanidad, justo al nacer, a todos los seres humanos se les ha asignado un rol y unas funciones particulares de acuerdo a su sexo (género) con el cual son considerados miembros de la comunidad

Conforme pasaron los años, los cambios y las transformaciones de las diferentes comunidades, se fue dando lo que se conoce como Sociedad Humana, en donde, a partir de los roles específicos y de las funciones de estos, toda actividad humana enfocada a su supervivencia, crecimiento y desarrollo, fueron concebidas para dividir lo que "debe hacer" una mujer y un hombre, que vive en esta sociedad moderna.

Entre la infinidad de actividades que se fueron perfilando, la Medicina y Enfermería se consideraba una profesión exclusivamente masculina, tan sólo en la antigua Grecia, en Atenas (300 a.C.), una ley prohíbe a toda mujer el ejercicio de la medicina, obstetricia y todo lo relacionado con ambas;  en la India (250 a.C.), existía una escuela de enfermería en donde a los hombres se les consideraba lo suficientemente "puros" para encargarse de los cuidados de las personas, partiendo de nociones mágicas y religiosas, así como de orden militar; posteriormente, a estos cuidadores se les llamaba "samaritanos".

Durante la epidemia de peste que casi liquidó a más de la mitad de las poblaciones de Europa (aproximadamente 1348 d.C.), fueron los hombres que pertenecían a las órdenes religiosas quienes se arriesgaron para dar cuidados a los enfermeros.

Aunque había también mujeres (miembros de órdenes religosoas) que comenzaban a brindar cuidados de enfermería a quienes los necesitaban, en estos momentos, se comienzan a dividir los pacientes por su género y a ser atendidos por hombres o mujeres, aunque socialmente a toda mujer se le consideraba un agente del pecado (original) y enfermedad, siendo su presencia considerada un factor de gravedad y mal pronóstico para la positiva evolución del enfermo.

Gracias a Florence Nigthingale, la Enfermería no sólo fue claramente estructurada y formalizada, sino que se definió como algo "propio de la mujer" (mediados del siglo XIX d.C.), una profesión de exclusividad, las postulantes debían ser jóvenes, maternales, atentas y compasivas. Todo lo contrario a un hombre, en cuanto a carácter,  comportamiento y habilidades.

Dividiendo, aún más, el trabajo visto desde lo sexual (género), al establecer espacios para cada uno de los integrantes de la sociedad, orientando sus papeles (roles), sus estudios y profesión, su actividad, etc., según sea la cultura social vigente donde se van determinando los contenidos, formas y procesos de lo masculino y lo femenino, según los valores (positivos y negativos) que llevaran  a cumplir su rol en la vida cotidiana y laboral. Para que, de este modo se asuma el llamado rol de género, donde las "cosas propias" de la mujer  y del hombre son más una tradición y costumbre. Si el individuo sale de este rol o no se ajusta a las reglas sociales dictaminadas para cada género, se le sanciona en diversos modos, desde una multa hasta la discriminación y aislamiento social.

De este modo, los individuos asumen su rol asignado, de género, para que vaya de acuerdo con las estipulaciones sociales y pueda ser reconocido como miembro integrante y productivo, sin importar tanto la época histórica donde viva. Esto es, se trata de dividir aquellas labores desempeñadas exclusivamente por la mujer, como la enfermería, y aquellas actividades de carácter económico para los hombres, donde el control, la fuerza y el dominio se hacían patentes, posibilitando, cada vez más, la idea de lo que "debe ser" el hombre.

Por lo que, a partir de estas concepciones se formulan ideas que van moldeando la imagen de cada individuo al desempeñar su rol y sus funciones; algunas de estas ideas son cercanas a la realidad del contexto donde se ubica al individuo; en cambio otras, son distorsionadas, inexactas y negativas, esto es, que si alguien estudia o elige una profesión que sale fuera de su rol de género, deberá asumir las consecuencias y repercusiones al no someterse a las "reglas" que le fueron asignadas por su rol por género al nacer, por ejemplo, las mujeres de finales del siglo XIX (d.C.) que estudiaron medicina, que buscaron la reivindicación de la mujer y sus derechos humanos, fueron apartadas y etiquetadas socialmente. O bien, aquellos hombres que pretendieron seguir sus instintos o destrezas y habilidades, ya sea en la moda (confección de ropa), en cocina (chef) o en la enfermería, son catalogados como "muy femeninos" o con tendencias y preferencias homosexuales. Tratándose de estereotipos sociales de los roles de género en la profesión de enfermería y en cualquier otra donde se limita la capacidad de desarrollo de los profesionistas.

Sin ir más lejos, en la actualidad, los retos a los que se enfrentan los hombres enfermeros se relacionan más con su imagen social, lo que influye en su status, poder y capacidad de atender los problemas relacionados con la salud de las personas. Poniendo en tela de juicio sus capacidades y competencias profesionales para brindar los cuidados enfermeros a la población, lo que, a su vez, repercute en la imagen que tienen de sí mismos, afectando su manera de pensar y actuar, siendo en ocasiones negativas en sobremanera.

Pese a ello, actualmente cada vez son más los hombres que se encaminan hacia la profesión de enfermería, lo que marca su interés y proyección personal y profesional, ya sea por los aspectos laborales y económicos que representa, o por la plena convicción de ayudar al prójimo, recordando que hay un "buen samaritano" dentro de ellos.

Lo curioso es que, aunque las opciones y alternativas de crecimiento y desarrollo profesional dentro del ámbito de la enfermería, se ven opacadas por la "división sexual" en el área laboral, es decir, existen marcadas diferencias en las actividades que realizan las enfermeras y los enfermeros, ciertas áreas que no deben ser compartidas, como lo obstétrico y ginecológico, o que son exclusivas para ellos, donde dejan ver su "fuerza física", como geriatría y psiquiatría, quizá se deba al tipo de pacientes que se atienden en cada una de estas áreas hospitalarias los cuales se pueden incomodar por quien los atiende, sea hombre o mujer, regresando a la imagen que se tiene inexacta de lo que debe ser un enfermero y una enfermera. En palabras de un enfermero "…lo que pasa es que hay veces que tienes que mover a un paciente y se ocupan las fuerzas…", las enfermeras no pueden trasladar por sí solas al paciente, son débiles.

En definitiva, son cuestiones muy marcadas por las costumbres y tradiciones, por las normas sociales y los roles de género, que deben cambiarse o adaptarse a los nuevos tiempos, sin olvidar que se tratan de personas que también tienen ciertas necesidades que requieren satisfacer para lograr un crecimiento y desarrollo personal y profesional, que siempre se han encontrado a lo largo de la historia de la misma humanidad al "pie del cañón" en cuanto surge algún problema de salud pública.

Con ello se logrará el reconocimiento de la eficiencia y la valoración de los profesionales de enfermería, tanto hombres como mujeres, dejando a un lado los estereotipos y las discriminaciones hacia los enfermeros, los roles de género tan arraigados socialmente que aíslan a quienes se comprometen a asistir a su prójimo.

El contenido de este comunicado fue publicado primero en la web de Blog Helen Keller