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Pese a que en 2012 lo prometió, tres años después ha llegado tan solo al 0.54 del PIB

Durante su campaña por la presidencia, en junio de 2012, el candidato Enrique Peña Nieto envió un correo a cada uno de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), donde les ofrecía, si ganaba, "invertir, al menos, el 1% del producto interno bruto (PIB) en ciencia y tecnología". Tres años después, ya como presidente, durante la entrega de los Premios de Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias, en abril de 2015, Peña Nieto presumió de que durante su gobierno la inversión en ciencia y tecnología había crecido "36% en términos reales", llegando al 0.54 del PIB. Y reiteró públicamente su compromiso de que dicha inversión llegara al 1% al final de su sexenio. Se dio el lujo de añadir que "La ciencia, la tecnología y la innovación son las luces que alumbran el destino de México". No le faltaba razón: hay una cadena directa que lleva de la ciencia y la tecnología a la industria, y de ésta a un mayor nivel económico y de vida. La investigación científica básica produce conocimiento confiable sobre la naturaleza, y la aplicada usa ese conocimiento para solucionar problemas concretos. Por su parte, la investigación y el desarrollo tecnológicos transforman estos conocimientos y aplicaciones en bienes de consumo o servicio que luego, a través de la innovación, pueden ser patentados y transferidos a la industria, para que ésta a su vez produzca riqueza y empleo, lo cual eleva el nivel económico y de vida de los países. Los países con ciencia, tecnología e industria propia son los países prósperos en el mundo. Pero, como siempre ocurre, las promesas políticas se hacen para ganar elecciones, y cuando se topan con la realidad suelen saltar en pedazos. Nadie podía prever la enorme crisis petrolera y económica que afecta al mundo. (Sí podíamos, en cambio, haber previsto que nuestra economía, todavía dependiente en gran medida del petróleo, debía haberse transformado hacia el uso de energías renovables, transformación que podría haberse apoyado en la ciencia y tecnología nacionales. En fin.) El caso es que 2017 será un año de recortes presupuestales. Y la mala, pésima noticia, es que el peor recorte amenaza con ser – otra vez– el que le toque al rubro de ciencia y tecnología. Durante las próximas semanas el Congreso de la Unión discutirá y en su caso aprobará el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año entrante. En el proyecto presentado el recorte promedio es del 10%. Pero en ciencia y tecnología es de 23%. Es grave el daño que un recorte así podría causar al sistema científico-tecnológico nacional, y a su todavía incipiente vinculación con la industria. Peor aún: queda claro que el valor de la ciencia y la tecnología sólo existe en el discurso de los políticos; en la práctica las siguen considerando algo así como lujos innecesarios. Como ciudadanos, podemos hacer saber a nuestros legisladores que valoramos la ciencia y no queremos que se la mutile o sacrifique; ya varios representantes de la comunidad científica han propuesto públicamente que el inevitable recorte sea de sólo 10%. La Red Mexicana de Periodistas de Ciencia ha propuesto el hashtag #SileCortasalaCiencia para defender en redes sociales el presupuesto en ciencia, así como una petición en Change.org. Ojalá se sume usted a firmarla, y a usar el hashtag para dar argumentos que muestren por qué cortarle a la ciencia es cortar, como dijera Peña Nieto, el futuro de México.

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